Sé
que no te importa que te cuente cómo este blog se ha transformado más que la
cara de Michael Jackson (no, la verdad no han sido tantas, pero vaya que ha
cambiado… el blog, claro). Pero, como este es mi blog y soy precisamente yo
quien está detrás de la pantalla dándole duro al teclado, me tomaré la libertad
de platicarte que esto de tener un blog no es cualquier cosa.
La primera idea de este espacio vino con el interés
(o no sé si moda. En aquellos tiempo corría el año de… ejem) de plasmar mi
punto de vista sobre algunos temas (nada específico, debo decir) que en lo
personal me parecían “criticables”, ya que eso de escribir para liberar tensión
es un poco lo mío. Pero no funcionó.
Después mutó en un extraño híbrido entre blog de
literatura, noticias de series-películas-música-qué-sé-yo, aún conservando ese
pequeño espacio (que cada vez se arrinconaba más) de textos personales. Tampoco
pegó.
Entonces, dos años después (mira que la constancia no
era lo mío), he decidido hacer un sacrificio humano en nombre de los antiguos
dioses blogueros para resucitar este pequeño blog y, ahora sí, enfocarlo a algo
específico: jóvenes y literatura. O al menos en su mayoría.
A partir de ahora publicaré reseñas de libros juveniles de cualquier género y tal vez uno que
otro clásico que mira que ayuda a ampliar horizontes si lo tuyo son las letras.
Asimismo conservaré un espacio los martes para soltar sandeces a diestra y siniestra porque… porque venga, ¡hay que
apoyar la libertad de expresión! Y por último remataré con jueves de viejitas, pero bonitas.
Y como no quiero aburrirte aquí le paramos, nomás
que como dijo aquella: antes que nada
gracias por tu tiempo.
G. Mangín