Acabas de terminar el último
libro pendiente que tenías en tu librero (mentira, eso nunca pasará, pero
supongamos que sí), y lo primero que experimentas es un vacío en el pecho y una
pesadez en el estómago, pasa un día sin que leas nada y comienzan los escalofríos.
Revisas tus ahorros y descubres que no existe tal cosa: estás quebrado/a, y
ahora sí empiezan los temblores. El síndrome de abstinencia ya se deja sentir.
Sólo hasta entonces (cuando ya tienes fiebre y alucinaciones) es cuando tu madre/padre/abuela/tía
(la vecina que está harta de tus quejidos) se apiada de ti y te da dinero para
que vayas a la librería más cercana.
Los síntomas
comienzan a desaparecer en cuanto pones un pie en ese emporio de mundos e
historias, montones y montones de libros mirándote emocionados desde sus
estanterías y mesas de exhibición, respiras profundo (porque ya puedes respirar
normalmente) y le das el golpe a ese
aroma de libro virgen. Ahora se te presenta otro dilema, quieres leer algo
nuevo, algo diferente, pero sólo hay dinero para un libro (sí, sólo uno entre
miles… lo sé, la vida no es justa): ¿cómo decidir entre tantos?
Muy sencillo,
únicamente habrás de seguir los siguientes pasos:
1. Escaneo
Deja que tu vista se extasíe, que
se envicie y se desparrame entre las filas y torres y filas y filas de torres
de libros; hasta que te duelan los ojos y el cuello te duela. Mira las mesas de
novedades (que no por nada las ponen hasta el frente y las llenan de lo más de
lo más), dale una, dos, seis, veinte vueltas y tómate todo el tiempo que puedas
para revisar cada uno de los libros (aunque sabemos que nunca será suficiente).
Tus ojos te jugarán alta traición y se moverán a la mesa de a lado, brincarán
sobre el librero de más allá, jugarán entre las señalizaciones y revolotearán
de estante en estante sin quedarse quietos.
2. Portadas
Ya escaneaste el entorno, ya
oliste, ya sentiste, ya viste, ahora sigue observar porque te apuesto dos
castillos y un hotdog a que tus ojos ya
tienen sus portadas preferidas.
Evidentemente
las más llamativas y coloridas (tipo Rick Riordan, George R. R. Martin, James
Dashner, Neil Gaiman, etc. Ya sabes esas ilustraciones estilo cómic con muchos
tonos brillantes); son las que te gustarán primero. Bien dicen que de la vista
nace el amor. Para esto ya tienes entre los brazos más de 15 libros (porque uno
como ratón de biblioteca hace circo maroma y teatro para cargar con cuanto
libro se nos atraviese, sin que se nos caigan), y ahora es cuando viene lo más difícil:
3. Título
La portada ya hizo su trabajo, ya
te atrapó (o como mínimo despertó una curiosidad que te carcome como cisticerco).
Ahora viene el turno del título: se ajusta el cinturón, saca el pecho, levanta
la frente y pone su mejor sonrisa para que lo leas de pe a pa. Cada letra
acomodada en perfecta armonía, en perfecto orden, con sus vueltas y sus
rebases, con su relieve y su resplandor, si es muy presumido. En ese momento te
mira a los ojos y BAM: tu curiosidad se va afianzando (supongamos que así fue,
de lo contrario la historia sería muy diferente y este post terminaría aquí).
4. Autor
Aunque no lo creas, el
nombrecillo que aparece junto con el título es muy importante (no lo menosprecies,
fue él quien trabajó noches y noches y días con sus noches para escribir cada
palabra de la historia que tienes entre las manos). Lo primero que ves es un
nombre de pila, una inicial y un apellido, o al revés (las combinaciones aquí
son infinitas: iniciales+apellido, nombre+mote, nombre completo, mote, nombre
de pila+iniciales, apellido, RFC, etc.).
El muy modesto,
contrario al título, se asoma discreto y te echa una ojeada tímido, no le gusta
hacerse notar (porque a fin de cuentas el libro no va de él), pero ahí está y
espera tu reacción. Tal vez tú ya habías oído ese nombre, te suena de algo pero
no recuerdas de donde, tal vez sólo te parece lindo y un recoveco de tu
percepción lo encuentra armónico.
Listo, primera
prueba superada. La ilustración bailotea, el título se pavonea y el nombre
sonríe orgulloso.
5. Sinopsis
Pero no todo es miel sobre
hojuelas a partir de ahí. Al contrario, viene la prueba de fuego: tomas el
libro, le das la vuelta y comienzas a recorrer la sinopsis con la esperanza de
que llene las expectativas que la portada te creó. Los dos párrafos delgados (y
repensados por algún editor), esperan con tranquilidad a que termines de leer
los pormenores de la obra, la introducción a un personaje inusual, colorido,
distinto (a veces distante); la descripción de un lugar en el
pasado/presente/futuro (o todo junto); el origen de un conflicto, y un par de
preguntas que te dejan en ascuas. Y no hay que olvidarnos del remate con esas
citas de autores reconocidos elogiando la obra (eso siempre aviva las brasas de
la curiosidad).
Y cuando menos
lo notas ya estás en la caja pagando tu nuevo libro, tu pase a un viaje, a una aventura,
un escape… ¡Pero aguarda! Todo este ritual de preselección fue sólo el inicio,
porque la otra mitad depende de la historia, de cada capítulo, cada oración, cada
palabra. Y eso, eso ya es otra historia.
¿Y tú, cómo seleccionas un nuevo
libro?
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