“Rownie vive en la
casa de la bruja Graba junto con otros niños abandonados. Su hermano mayor, ha
desaparecido tras participar en una obra de teatro secreta. En la ciudad de
Zombay actuar y portar máscaras está prohibido, sólo los duendes pueden hacerlo.
”Una
compañía ambulante de duendes-actores adopta a Rownie y le ofrece instruirlo en
el arte de las máscaras, al tiempo que buscan a su hermano. Los secretos de las
máscaras y de quienes las portan comienzan a ser desvelados conforme Rownie se
interna en el corazón encantado de Zombay.”
No hay mucho más que decir sobre la trama después de leer la contraportada: Rownie es un niño de entre 8 y 10 años (nunca se dice su edad, pues ni él mismo lo sabe), que vive en un mundo fantástico lleno de matices en tonos sepia (o eso te crea en la imaginación), en donde los engranes, metal oxidado y el carbón predominan en el entorno. En ese mundo un día se monta una función y Rownie asiste al primer espectáculo de máscaras de su vida. A partir de ese momento, en el que los duendes lo invitan a subir al escenario, se ve envuelto en escapes, persecuciones y misteriosas máscaras que parecen tener personalidad propia.
El recorrido
que hace para terminar de unirse a la compañía, encontrar a su hermano y huir
de Graba va mucho más allá de un sinuoso trayecto terrenal, pues Rownie poco a
poco irá descubriendo quién es él en verdad, quién es Graba, los duendes y
quiénes las máscaras.
Pros: es de ligera lectura, la
prosa es sencilla (cabe mencionar que la traducción estuvo a cargo de Verónica
Murgía, autora de Loba) y es un ideal
como literatura infantil y el lenguaje es dicharachero, muy apropiado para los
niños. Con buen manejo de los valores.
Contras: se esfuerza tanto en el tema de la
identidad y el asunto de las máscaras que descuida un poco la trama y a los
personajes un poco menos. Podría haber sido más redonda, más profunda.